Datos
Nombre: Tomas
Apellidos: Sidna
Edad: 26
Lugar de nacimiento: Vitria
Peso: 82Kg
Altura: 1,79m
Complexión: Fuerte
Tono de piel: Claro
Color de pelo: Castaño oscuro
Color de ojos: Azul Celeste
Religión: Ateo
Profesión: Leñador




Imágen del skin:
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Habilidades
Tala de Árboles - 4
Decoración - 1
Comercio - 1
Educación - 2
Valor - 2


Personalidad
Tomas es una persona un tanto hosca, le cuesta mucho hacer amistades debido a su carácter. Le encanta ir a los bosques a relajarse, paz y serenidad es lo que busca, y no el típico parloteo de la ciudad. Tiene un pequeño secreto, y es que, aunque sea de la manera que es, tiene un pasatiempo, le encanta decorar.
Es también bastante cabezón sobre todo para acatar órdenes, pero aunque no sea codicioso, si hay oro de por medio, acatará todas aquellas ordenes que su moral no rechace.

Historia
Tomas vivía en la ciudad de Vitria cuando Oberon cayó del cielo, por aquel entonces, vivía con su familia algo adinerada, gracias al trabajo de su padre como leñador y como constructor naval, algo que Tomas no conseguía entender por mucho que lo intentase.

Cuando Tomas alcanzó los ocho años de edad, su padre empezó a llevárselo al bosque, y aquel remanso de paz le gustó tanto, que en los siguientes meses se llevaba una astral para ayudar a su padre quitando ramas de los árboles que él derribaba.

En sus ratos libres, ayudaba a su madre a colocar estanterías, sillas, mesas, vallas para el jardín y todo tipo de objetos decorativos. No importaba la forma del objeto, lo importante era saber cómo ponerlo, para que realzara perfectamente una habitación o un jardín.

Como tenían algo de dinero, sus padres contrataron a un erudito para que al menos enseñara a leer y escribir a su hijo, y también para que le enseñará el arte de los números, nunca se sabía cuando le iba a tocar vender productos o regatear correctamente un precio.

Con el tiempo fue adquiriendo tanto fuerza con el hacha en el bosque, como agudeza mental en el arte del comercio y la escritura, como ingenio y creatividad para saber dónde colocar que jarrón en concreto y a qué altura.

Todo fue bien, hasta la guerra con Jantia. El padre de Tomas, Isirold, apenas aparecía por casa, pues se pasaba la mayor parte del tiempo reparando barcos de guerra, o talando troncos para asegurar las empalizadas. Mientras tanto la madre de Tomas, Dsurza, se había encerrado en casa.

Tomas no aguantaba en casa, y se retiraba al bosque cercano a talar árboles en solitario para ayudar en la defensa de la ciudad. Hasta que sin darse cuenta lo rodearon los Jantinos, con un ágil movimiento terminó de derribar el árbol que estaba talando. Aprovechando el momento de confusión y desespero mientras el árbol caía, golpeo a tres Jantinos con el hacha, y a los otros dos les dio con el mango del hacha, partiéndose al contacto con los yelmos.

Los otros cuatro, debido al miedo y a la confusión, se habían retirado varios metros para dejar caer al árbol, aprovechando ese momento, Tomas corrió hacia la puerta de la muralla más cercana, tan deprisa como se lo permitieron las piernas.

Al encontrársela cerrada y los idiotas de los guardias no le dejaron entrar, se fue hacia el noroeste, al pequeño bosque donde su padre tenía un pequeño cobertizo para guardar leña, pensando en regresar al alba.

Esa noche iniciaron el asalto final, Tomas se asomo a la puerta del cobertizo y vio las catapultas enviar sus proyectiles incendiados hacía la ciudad. Entonces Oberon, en el firmamento, estalló en mil pedazos. Se hizo el silencio unos segundos, y luego gritos de hombres cargados de furia y entrechocares de acero se oyeron en la lejanía.

Al amanecer se despertó sobresaltado al oir pequeñas explosiones por todas partes, se alejó varios metros a un pequeño claro y vio los fragmentos de Oberon, precipitándose contra tierra, montañas y mar al unísono. Cuando más o menos terminó, se acerco cautelosamente a Vitria, la ciudad estaba en llamas, y llena de humo.

Todavía quedaban soldados Jantinos, por lo que parecía, habían arrasado la ciudad. Fue corriendo hacía su antigua morada y entró a trompicones. Su madre yacía en el suelo sin vida, sin ropa y con las piernas abiertas y ensangrentadas. Su padre estaba en el jardín, o lo que quedaba de él, tenía el hacha clavada en la espalda y heridas abiertas por todas partes.

Recogió otro hacha, algo de comida y salió de la ciudad, al llegar a la puerta un par de Jantinos hacían guardia, le sonrieron maliciosamente y sacaron sus armas. Les plantó cara, desenfundo el hacha y esperó a que atacaran o a un milagro. Le atacaron los dos a la vez, uno por cada flanco, cuando el de la izquierda levantó la espada hasta el cielo, Tomas le lanzó el hacha hacía el pecho, el cual cayó al suelo al instante. El del flanco lleno de ira por lo que Tomas le había hecho a su compañero, le golpeo la cabeza con la empuñadura de la espada y cuando iba a asestarle la estocada final al corazón de Tomas, una daga apareció del pecho del hombre, que cayó al lado de Tomas, inerte.

Detrás había un soldado Vitriano, llamado Jarold, que había conocido a su padre y que le debía su vida. Le explicó brevemente como estaba la situación en Vitria y ambos marcharon de la ciudad al oeste, hacía el bosque Verde. Tomas, aprovechando los altos árboles, construyo junto Jarold, una cabaña en la copa de una fuerte secuoya de diez metros de diámetro.

Allí permanecieron durante casi año y medio desde la caída de Oberon, sobreviviendo a una especie de monstruos con forma humana, esqueletos y arañas de todo tipo, y subsistiendo mediante bayas, frutas y de vez en cuando algo de carne que traía Jarold.

Una mañana se oyeron ruidos de pisadas por debajo de ellos, Jarold fue el primero en asomarse y descubrir que era una persona, de carne y hueso. Resulto ser un cocinero de una ciudad del desierto, Tallarn, donde como él, había muchas personas intentando sobrevivir y adaptarse al medio y al desastre de Oberon. Les pidió que le acompañaran, y eso hicieron durante un buen trecho. Un maldito negro como el carbón salió de la espesura, y Jarold se peleó con él y les pidió que se marcharan. Cuando Tomas se giró en busca del cocinero, este ya se había marchado a toda prisa, se maldijo por haber confiado en alguien ciegamente y Jarold le gritó que se fuera, que no podría contenerlo.

Con lagrimas en los ojos, Tomas corrió en dirección a Vitria, pues si en aquel lugar que les había hablado aquel cocinero, todos eran igual de cobardes como él, no merecía la pena ir.
Prefería volver a su tierra y buscar supervivientes. Siguiendo los caminos no tardó en llegar a Vitria, encontró algunos supervivientes que intentaban construir un barco para alejarse de Aquilón antes de que todo estallará como Oberon. Así pues les ayudo como buenamente pudo, talando y trayendo arboles, y la capitana le aseguró un lugar en aquel barco.

Tomas no estaba muy acostumbrado a navegar, con lo que se marea constantemente y no ha tenido capacidad para salir de las bodegas, aunque a través de las rendijas se escucha gente en cubierta hablando de Tallarn, de la vida que dejaron allí.

Al menos de momento está a salvo, aunque no cesan de pasar días y más días...

Capítulo 1 - Llegada a la isla

No sé cómo he acabado formando parte de una comunidad de supervivientes, pero la verdad es que me alegro.

Han pasado semanas desde que desembarcaron en una isla alejada de la mano de Oberon, tras una tormenta brutal que destrozó buena parte del navío, y que me zarandeó por la bodega hasta dar mi cabeza con un pilar de carga.

Desperté por la tarde, en la bodega del barco, medio mojado del agua que había entrado. Me las arreglé para llegar a la cubierta inclinada y saltar por la borda hasta el agua. Al caer me hice daño, pues el agua era poco profunda y me desmayé.

Cuando el sol me molestó tanto en los parpados cerrados y los abrí, descubrí que los refugiados que viajaban a bordo del barco, me habían rescatado del mar y me habían colocado sobre un lecho.

Tras levantarme y hablar con algunos de los que estaban por allí reunidos alrededor de una fogata, me presenté lo mejor que pude, me contaron lo sucedido con el barco y como poco después se había hundido. Tras una corta conversación, me preguntaron que sabía hacer, y al contestarles que en mi tierra, era leñador, se alegraron bastante. Al parecer había bastante escasez de personas que supieran correctamente como derribar un árbol y no herir a nadie o no destruir algo.

Me presentaron a la reina, de la cual todavía no se su nombre verdadero, aunque algunos la llaman Elwen, yo le llamo majestad pues me parece más propio de la realeza, la cual me asigno a un hombre fuerte y recio llamado John, y también conocí a Héctor y Alfonso, los otros dos leñadores del campamento, muy majos por cierto, aunque en principio no me haré muchas ilusiones.

Lo primero que hicimos fue despejar una zona cercana al campamento, jamás había visto bosques tan tupidos como los de esta, ¿isla?, bueno, no sé si es una isla, o una costa, pero al menos lo parece.

Ahora ya han construido un edificio para los constructores y sus planos, y también un horno, en el que ayudé a llevar piedra para los cimientos.

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Poco después nos animemos a talar gran parte de los árboles que se acercaban a los cultivos, para que los granjeros pudieran expandir sus campos y los ganaderos tener un lugar para los rebaños. Aunque es importante hacer hueco entre tanto árbol para poder vivir, al menos somos responsables y vamos plantando de nuevo esquejes de árboles donde sepamos que no van a molestar, para así asegurarnos buena parte de madera en un futuro.
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Últimamente los únicos problemas que hemos tenido han sido, la escasez de hierro, y por consiguiente la poca o nula producción de hachas, con que poco podemos hacer. Al menos se encontró un cofre de hierro en una cueva detrás de la cascada del lago.

¡Quién lo iba a decir! Como la historias de los bardos narraban de que detrás de las cascadas siempre había cuevas con tesoros inimaginables.

Ayer tuvimos una reunión de campamento para decidir el nombre, al final el campamento se llamará Valdeym en honor a la sabiduría de Valdaus.
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Poco más tarde, nos reunimos frente a la hoguera para tratar temas referentes al campamento. Todos coincidimos en que sin hierro no se pueden hacer herramientas, y una expedición va a ir a buscar hierro, barcos hundidos en las proximidades, o lo que sea a través de los acantilados. Mientras debatíamos un derrumbamiento se escucho en la cantera, cuando nos dirigimos allí, una horda de malditos se nos echó encima, y por algún lado me desmayé.

Ahora estoy esperando a tener algún hacha para poder seguir talando árboles. Tal vez en unos días vuelva a escribir en este mi diario, hasta entonces, que Oberon no nos coja.