viernes, 9 de abril de 2010

Mi primer minirelato

Esta es la historia para un posible videojuego, que he hecho para un curso del paro de diseñador de videojuegos xD Habría escrito más, pero ya me paso del doble de lo que me dijeron jajaja Bueno, ahí van mis mejores 8 páginas de imaginación ^_^


Título del Juego: A link to the Future
Genero: Acción/Fantasía 3ra Persona
Personajes:

- Knut: Un antiguo cruzado, que huyó al desertar de la batalla de Jerusalén, al desierto del Gobi, solitario y únicamente acompañado de una espada de metro y medio con un grabado en un lado de la hoja “HONOR ET GLORIA”, heredada de sus abuelos, en la que existe una leyenda que Knut desconoce...
Viste ropas oscuras sin símbolos que le identifiquen con los cruzados, en el cuello se le puede ver la cota de malla que lleva debajo. Tiene los ojos color miel y el cabello de color azabache. Lleva el rostro marcado por una pequeña cicatriz derivada de la “guerra santa”.


- Arya: Es una becaria de cibernética que trabaja en U.S. Cibercorporation en lo que antes era Manhattan (EE.UU.)  y lo que ahora es un complejo empresarial.
Siempre ha soñado con poder usar la magia, algo que solo existe actualmente en las películas de 4 Dimensiones y siempre son efectos gráficos diseñados por ciborgs.
Viste ropajes blancos y grises, con unas bandas naranjas en las mangas de la chaqueta, algo que destaca mucho en su época, ya que están mal vistos los colores que no sea el blanco, gris, negro o azul cielo. Lleva una melena a la altura del cuello de color plata, unos ojos verdes esmeralda y un collar con una extraña piedra roja, a la que atribuye algún poder mágico, porque la encontró en un viaje turístico a lo que eran las cataratas del Niágara, y que ahora es un pozo seco provocado por una bomba nuclear en el año 3.256 D.C.

- Berme: Es el ex-compañero de Knut. El Papa le ha encomendado su mayor misión en la guerra santa, encontrar a Knut y a la espada de Hades que lleva consigo...
Deberá entregar la espada y la cabeza del desertor al Papa en Roma...
Odia a Knut con toda su alma, ya que ansiaba cobrarse su venganza y alcanzar el poder de la espada.
Viste una cota de malla de cuello para abajo y una túnica blanca con una roja cruz en medio. Tiene el cabello castaño y unos ojos casi íntegramente negros como su alma.


Capítulo 1 – El despertar

T
odo comenzó con una orden del capitán, nos ordenó que entráramos en Jerusalén atravesando las murallas derruidas por nuestras catapultas. Berme iba detrás de mí gritando como un loco “MUERTE A LOS NO CRISTIANOS”, como siempre.

Entremos por unas callejuelas en las que se suponía que estaba el Jeque, escondido en alguna de las casuchas. Nos separemos en una esquina, el avanzó hacia un lado y yo hacia el otro.

No hallé nada, me dirigía hacía el cruce en el que había quedado con Berme, cuando salieron de una bodega situada en una casa contigua a mi posición. En unos instantes diez árabes me rodeaban con sus cimitarras. Se reían de mí, de que no podía hacer nada contra ellos. Uno de ellos era al que estábamos buscando, el Jeque Yusuf, el cual me retó a un desafío, si conseguía superarlo, me perdonaría la vida. Acepté sin dudarlo, blandí mi espada, regalo de mi abuelo con una marca en la empuñadura como si ahí hubiera habido algo alguna vez, y de repente, Yusuf, me miró con cara aterrorizada.

Repentinamente se puso a hablar muy nervioso con sus compañeros en árabe y huyeron.  Me quede estupefacto sin saber si había corrido una gran suerte o si debía temer un ataque inminente.

Me giré y ví a Berme corriendo hacia mí, el cual había visto todo desde el cruce.
Me preguntó que había pasado, y le conté la historia. Me miró con cara extraña, y examinó la espada, a su simple vista era una espada normal y corriente, no podía ser eso lo que les hubiera asustado.

Y partir de aquí, mi situación se torció, Berme fue contando la historia, y ésta, llegó a oídos del Papa, el cual se entero que podía ser la espada legendaria de Hades, Rey de los Muertos, que fue robada por un antepasado muerto de Knut, el cual pagó a Caronte con un óbolo para cruzar y le sobornó con una rama de oro para poder hacer una última visita a su familia y cederles la espada. Por supuesto Knut, no sabía nada de esto.

Al alba, recibí un comunicado en el que se exigía que yo y Berme nos encamináramos hacia la puerta sur de Jerusalén donde habían visto al Jeque. Una vez nos encontremos allí nos atacaron nuestros propios soldados, nos rodearon con sus arcos, blandimos nuestras espadas para defendernos, y en ese preciso momento, Berme se dio la vuelta hacía mi, me ataco rasgándome la cara con la punta de su espada y me dijo que tenían orden de capturarme y requisar mi espada.

Me pregunté porque le habían mandado especialmente requisar mi espada, prácticamente no era nada del otro mundo, así que me negué y la blandí hacia él, en un rápido movimiento me desarmó y caí con la espada al suelo. La recogí, me levante y como si la espada tuviera vida propia, giré sobre mi mismo al tiempo que veía las cabezas y los cuerpos de los 20 soldados de alrededor cayendo al suelo, separadas, excepto la de Berme, el cual se había agachado para esquivar el golpe.

Tras eso, aproveché la confusión para huir hacia el desierto y Berme me seguía. Aunque me dejó medio día de camino tranquilo.


Capítulo 2 – Las puertas del tiempo

Otro día ciberhorrendo en la vida de Arya, me decía a mi misma mientras intentaba apagar el despertador.
La vida era ajetreada en el sector H-29, que era donde estaba mi casa, bueno, si se le puede llamar así a un cuarto de color plata con apenas 10 m2.

Salí de casa y me dirigí a la única biblioteca de libros que queda en el mundo, mientras miraba alrededor, apenas veía humanos, ya casi no quedaban, todo eran robots de 1ª, 2ª y 3ª clase (los peones por así decirlo) y androides, que fabricaban más androides y robots, por supuesto, vaya locura. Estaba inmersa en mis pensamientos hasta que me topé con otra humana, una viejecilla sentada a la puerta de su casa haciendo ganchillo con cables de colores.

Le pedí disculpas y salí pitando. De repente, oí como me llamaba por mi nombre.... me detuve en seco, me giré y me hizo señas para que entrara en su casa. No abrí la boca, el misterio me atraía más que las abejas a la miel, si es que todavía existían las abejas, ya que solo las había leído en los libros.

Cerró la puerta tras de sí, y me entregó un libro que no había visto nunca. Léelo dijo. Estaba hecho en piel de algún animal, grueso en el centro y fino en los bordes, llevaba unos grabados en oro en la cubierta. Lo abrí, había signos extraños y frases que no tenían sentido.... de repente... la roca roja que llevaba en al cuello empezó a brillar como el fuego, reaccionó con el libro y todas las frases obtuvieron sentido, al menos en cierto modo.

A la anciana le brillaban los ojos de satisfacción, buscó en el libro mientras yo lo sostenía, una página explicita que explicaba el arte de los portales, parecían puertas normales pintadas con signos pero nada del otro mundo. La anciana se puso a dibujarlos en una puerta cercana y al terminar dijo, lee las frases que siguen a la puerta e invoca a los dioses para que nos ayuden contra los robots, entonces haciendo caso omiso de mí conciencia, leí en voz alta y clara...

Capítulo 3 – La transferencia

Me encontraba bebiendo en un oasis, cuando se abrió una especie de portón delante de mí en el que veía figuras extrañas y un extraño color violeta.

De repente la puerta tiro hacía mí y me ví forcejeando por no entrar, aunque no pude aguantar y la traspasé. Se me quedó mirando una chica que parecía joven aunque su pelo denotaba lo contrario y una anciana que me miraba extraño.

La anciana fue la primera en hablar y dijo: ¡Inútil! En que estabas pensando cuando pronunciaste la invocación, debería haber aparecido un Dios y no un caballero medieval. La chica se defendía argumentando que hacía días había leído un libro de la leyenda de una espada robada a Hades y de quien podía haber llegado a poseerla y eso le rondaba la mente.

Yo estaba perdido, la puerta seguía brillando detrás de mí, con el desierto al fondo y mi caballo, y una figura que creía saber quien era, pero esperaba que no lo fuera. Para mi desgracia era Berme que venía raudo a atravesar la puerta, se desmonto del caballo y corrió. Grité a la chica que cerrará la puerta y miraron aterrorizadas como otra figura cruzaba la puerta, cayó atontado a mi lado.

Debido a la algarabía que se estaba formando, irrumpieron en la habitación unas figuras aún más extrañas, parecían hombres pero les salían unas hebras de hilo de colores entre la espalda y los brazos. Solo dijeron, seguridad, nos requisaron las espadas y se llevaron a Berme al acusarle de provocar todos los ruidos, se ve que detectaron que era el que más empapado estaba a causa del sudor y que era el probable alborotador. La anciana nos echó de su casa, quedándose con el libro que llevaba la joven.

Fuimos a su morada. La habitación era como si viviese un enterrador... sombrío, colores apagados, triste... excepto en donde se encontraba el lecho, que era tan colorido que deslumbraba. Me senté allí, y esperé a que ella me contara que había pasado, porque estaba yo allí y lo más importante, como iba a volver sin espada, sin libro y con Berme pisándome los talones, ya que aunque estuviera retenido, era imposible encerrarle en algún lugar donde no encontrara alguna rendija o alguna forma en la que escapar.

Se sentó y de repente dijo, hay que destruir al jefe de esta ciudad.




Capítulo 4 – El ciberasesinato y la resurrección

Al principio se negó a ayudarme, pero cuando le prometí que le devolvería a su tiempo ayudándole a recuperar, la espada, el libro, a abrir la puerta y a llevarse un par de robots para limpiarle la casa, aceptó.

Así que de un día para otro nos introducimos en mi empresa, engañando a los androides diciendo que iba a una entrevista de trabajo con mi jefe. Saludé a un par de compañeros humanos y les guiñe un ojo. Hablemos con una secretaria que iba con una horrible minifalda, y nos dejo pasar.

Nos encontremos con mi jefe y con el jefe de policía de la ciudad, estaban hablando sobre la espada que tenían entre las manos y del preso que se había fugado, hasta que nos vieron.

Nos invitaron a sentarnos y charlar con ellos. Ví el reflejo en los ojos de Knut de recuperar su espada y matar dos pájaros de un tiro. De repente se abalanzó sobre la espada, consiguió tirarla a mis pies antes de que el jefe de policía se abalanzara sobre él. Cogí la espada y la sostuve frente a mi jefe como pude, pues pesaba un montón, me lanzo un puñetazo y salí despedida junto con la espada contra la pared del fondo.

Me sentía aturdida del golpe, veía como golpeaban a Knut sin parar, no me podía levantar todavía, así que busque algo que lanzarles. La espada pesaba mucho así que cogí la piedra de mi collar, con tan mala suerte que se me cayó.
La recogí con la mano en la que llevaba la espada y pasó algo... la roca se encajo por donde se cogía la espada y empezó a brillar con mayor intensidad que cuando brillo con el libro.

Espontáneamente la espada pareció cobrar vida, pues se levantó y fue a defender a su dueño, a los dos segundos la habitación se quedó en silencio. Los cuerpos del jefe de la ciudad y del jefe de policía se hallaban sin energía, sin vida. Knut se estaba incorporando al igual que yo, y me dijo, ¿que ha pasado? ¿Por qué se mueve la espada sola y me defiende?

Le explique la historia que leí en un libro, y entonces dijo, ya entiendo porqué el Papa y Berme ansían esta espada, la espada de Hades.

Capítulo 5 – El libro y Caronte

Salimos de allí lo más rápidamente posible. Lleguemos a casa de la vieja y tocamos a la puerta... no contestaba nadie. Abrí la puerta a patadas y blandí la espada, ahora la notaba como si llevará un corazón y latía muy fuerte, aunque era más ligera y obedecía cualquier orden que le daba sin tan siquiera sujetarla.

Allí encontré a la vieja en medio de la sala, muerta, y a Berme en una silla intentando leer el libro que abría el portal.

Dijo que nos estaba esperando, que si le daba la espada nos dejaría marchar...
Estaba a punto de ceder cuando Berme tiró el libro en medio de la estancia, como si le quemara. Las páginas del libro se oscurecieron, se volvieron negras... y apareció aquél al que había nombrado Arya... Caronte.

Vestía una túnica negra de la cabeza a los pies, aquellas partes de su cuerpo que podían vérsele eran huesos y donde debería estar la cara había un par de puntos rojos.

Se giró hacía Berme y le dijo que debía alejarse de aquella espada, no le pertenecía y no debía intentar hacerse con ella si no quería sufrir las consecuencias, acto seguido lo agarró del cuello y lo lanzó a través de la puerta.

Después se dirigió hacía Arya a la que agradeció que hubiera puesto el ojo del dragón de nuevo en la espada, pues por ello la pudo localizar de nuevo.

Y finalmente se dirigió hacía mí... me cargó las culpas de mis antepasados por robar y ocultar la espada, de esconder la piedra roja en los confines de los mares y de haber usado el libro de los tiempos. Me dio a elegir, ó que le diera la espada y él me devolvería a mi época ó bien intentar escapar a Hades rey de los Muertos y el Inframundo.

Para sorpresa de Caronte y Arya me negué. Era el único recuerdo que conservaba de mis antepasados y así iba a ser mientras yo siguiera vivo.
Cogí a Arya del brazo y salimos corriendo de allí, mientras Caronte iba destruyendo a su paso todo lo que tocaba. Corrimos por un patio cuando en la única salida aparecieron unas llamas negras, nos giremos para buscar otra salida, pero ahí estaba Caronte haciéndonos frente con una guadaña. Salté, me hirió en un hombro, caí detrás de él y alce la espada...

Las llamas se evaporaron, se oyó un estrépito de huesos romperse al caer al suelo, y una túnica negra surco los cielos.

Capítulo Final – Hades, Rey del Inframundo

Salimos de la ciudad, era la primera vez que veía el horizonte, el cielo sin edificios grises ni cúpulas azuladas, ni... robots. No había ninguno, aire limpio, vida vegetal y animal. Era increíble, también era increíble lo que estaba viviendo, así que terminé por aceptar las dos cosas.

Mientras paseábamos hacía una pequeña casita del campo, Knut me contaba muchas cosas sobre su tierra, como se vivía allí, que comidas había, las costumbres, las guerras, y un largo etc.

Estábamos entrando en la morada, cuando de repente Berme salto del tejado, le robo la espada a Knut y se empezó a reír maliciosamente. Mientras nos amenazaba con la espada, decía, por fin, ahora no podréis detenerme jamás.
Knut, eres un imbécil y un mal amigo por ello, te mataré cuando termine de hablar. Y en cuanto a ti jovencita, me vas a abrir la puerta directamente a la estancia del Papa, para que pueda atravesarlo con la espada y dominar Rom...

Berme estaba terminando de articular la última palabra, cuando de pronto una puerta emergió del suelo entre él y nosotros. No era una puerta como la que abrí en la casa de la anciana, era una puerta enorme, con los arcos en piedra formando un óvalo. Se abrió, y empezó a verse una figura enorme y extraña.

La criatura una vez terminó de cruzar la puerta, habló:

Soy Hades, Rey de los Muertos y Dios del Inframundo. Habéis matado a mi esclavo, Caronte, por ello te debo dar las gracias a ti Knut. Dejó que tu antepasado se hiciera con mi espada mediante sobornos, pero al matarle tú y devolvérmela ahora, te perdonare.

Entonces, hablo Knut, Señor Todopoderoso Hades, me complace agradaros con el castigo de Caronte y por supuesto pensaba en ir a devolveros la espada, con ayuda de está joven, que iba a abrir una puerta a vuestro mundo. Pero por desgracia cuando ya llegábamos al lugar idóneo, este hombre de aquí, me la robó y piensa quedársela para él solo.

Admiro tu valentía y sinceridad, Knut. Ahora Berme, si eres tan amable, ¿te importaría devolverme mi espada? ó ¿vas a negarte?

Berme, confiando en si mismo y en el poder de la espada, le contesto, no solo pienso negarme, sino que te mataré con ella, y después a los dos que se ocultan detrás de ti.

Adelante, contesto Hades.

Berme cargó contra Hades, en un intento en vano, ya que la espada se detuvo 2 metros antes de poder tocarle. Después, intento dar órdenes a la espada, aunque ésta, se negó.

Hades se reía sin cesar, hasta que vio a Berme cansado de intentarlo y dijo,

Barrera Negra (refiriéndose a la espada), captúralo en tu ojo, y nos lo traeremos a jugar en el Inframundo, y estoy seguro, de que en este lugar, no vas a poder escapar.

La espada despidió un haz de luz rojo sobre Berme y lo engulló.

Una vez que Hades tenía a Barrera Negra en la mano, dijo, Knut, te voy a devolver a tu época si es lo que deseas. Knut asintió. Acto seguido apareció un portal a donde estaba su caballo, se giró hacia mí y se quedó contemplándome un momento. Yo no quería que se fuera, él había estado a mi lado durante tanto tiempo que lo iba a echar mucho de menos, es más, creo que me gustaba y no quería que se marchara. No pude resistirlo más y le grité que le quería, que por favor no se marchase, que se quedara conmigo.

Hades contemplaba la escena, y viendo que Knut no tomaba una decisión dijo, Knut, esta joven te ama, allá donde conduce esta puerta no hay más que guerra y desgracia, en la que hay un precio sobre tu cabeza. Vivirás solo para siempre si la cruzas. Pídemelo, y la cerraré.

Knut, dudo un segundo, entonces dijo, Adelante, ciérrala.

Yo estaba incrédula, había renunciado a su vida anterior por mí, estaba tan feliz. Entonces, Hades, se dirigió a mí.

Arya, tus proezas te resaltan sobre la sociedad humana que queda aquí. Te voy a conceder un deseo. Así, que piénsatelo bien.

Contesté enseguida, Lo que deseo es que las máquinas desaparezcan de este mundo, y vuelvan a nacer más humanos.

A lo que Hades contestó, No puedo concederte el exterminio de androides, pero te voy a conceder algo para que os ayude a repoblar el mundo. Cogió a Barrera Negra, le sacó la piedra incrustada y la introdujo a través de la piel hasta mi corazón.

Ya no necesito la piedra, ahora la espada ya está activa. Esa piedra hará que nazca un héroe, hijo de Knut y tuyo, pero con sangre divina. Ese héroe depende de vosotros el camino que elija, ya que es vuestro destino criarlo y guiarlo por el buen o el mal camino. Dicho esto desapareció. Knut y yo nos dimos un beso y vivimos en esa casita de campo, para siempre.              
FIN



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